El otro día en clase, surgió el término de "ciudades educadoras", el cuál me pareció de gran interés.
El proyecto de Ciudades
Educadoras se inició en 1990 en el I congreso Internacional de Ciudades
Educadoras de Barcelona, cuando un grupo de ciudades planteó el objetivo común
de trabajar en proyectos y actividades para mejorar la calidad de vida de los
habitantes, a partir de su implicación activa en el uso y la evolución de la
ciudad. En 1994 este movimiento se formalizó como Asociación Internacional en
el III Congreso celebrado en Bolonia.
El objetivo fundamental de las
Ciudades Educadoras es avanzar hacia una ciudad más igualitaria, solidaria, pacífica,
inclusiva y participativa. Además, promueve la educación en
la diversidad para que no exista la discriminación; fomenta el diálogo entre generaciones para
favorecer el desarrollo de las respectivas capacidades y valores; e incluye las
modalidades de educación formal, no formal e informal.
La ciudad educadora ideal no solo
debe saber encontrar, preservar y presentar su propia identidad, sino que además
debe equilibrar las nuevas necesidades con las tradicionales, dotando de
espacios, equipamientos y servicios públicos adecuados al desarrollo personal,
social, moral y cultural de sus habitantes.
En mi opinión este es el futuro necesario para una sociedad sostenible y cívica, y con vistas al progreso; una sociedad que daría lugar a ciudadanos con valores éticos y morales.